Romanistik

PACTOS DEL OLVIDO

INTERNATIONALER WORKSHOP:

KULTURELLES VERGESSEN SEIT DEM ENDE DES SPANISCHEN BÜRGERKRIEGS

16.10.2018

Bergische Universität Wuppertal, Campus Grifflenberg

Senatssaal Gebäude K (K.11.07), Gaußstr. 51, 42119 Wuppertal

 

9:00-9:30 Uhr Begrüßung der Gäste und Einführung durch Matei Chihaia und Manuel España Arjona

9:30-11:00 Uhr Erster Teil, moderiert von Matei Chihaia (Bergische Universität Wuppertal)

Javier Ordóñez (Universidad Autónoma de Madrid): Miedo y memoria

Soledad Pereyra (Universidad Nacional de La Plata): Pactos de olvido domésticos: indagaciones del pasado traumático histórico y familiar en narrativas actuales

11:00-11:30 Uhr Kaffeepause

11:30-13:00 Uhr Zweiter Teil, moderiert von Fátima López López-Pielow (Bergische Universität Wuppertal)

Daniel Verdú Schumann (Universidad Carlos III / Universität Paderborn): „Und der Mensch heißt Mensch weil er vergisst, weil er verdrängt...“ Sobre el olvido y sus posibles causas en el arte español en torno a 1975

Antonio Portela Lopa (Universidad de Burgos): "¡Qué síndrome!". La lengua española de la música y el cine de la Movida

13:00-14:00 Uhr Mittagessen

14:00-15:00 Uhr Besuch der Ausstellung Natalia Pérez-Galdós: Mikrotektonik des Kriegs (Foyer der Universitätsbibliothek Wuppertal, Geb. BZ)

15:00-16:30 Uhr Dritter Teil, moderiert von Stephan Nowotnick (Bergische Universität Wuppertal)

Frauke Bode (Bergische Universität Wuppertal / Studienstiftung des deutschen Volkes) : El retorno de lo reprimido: olvido traumático y memoria fantástica

Borja Cano Vidal (Universidad de Salamanca): El deseo nace del derrumbe: dispositivos de alegría en la cultura posmoderna del Cono Sur

16:30-17:00 Uhr Abschlussdiskussion, moderiert von Manuel España Arjona (Bergische Universität Wuppertal / Universidad de Málaga)

 

AUSSTELLUNG MIKROTEKTONIK DES KRIEGS

Pressemeldung der Bergischen Universität Wuppertal:

https://www.presse.uni-wuppertal.de/de/medieninformationen/2018/10/01/28126-mikro-tektonik-des-kriegs-fotoausstellung-im-foyer-der-universitaetsbibliothek/

 

SOBRE LA FOTOGRAFÍA Y LA MICROTECTÓNICA DE LA GUERRA

Matei Chihaia conversa con Natalia Pérez-Galdós

Estimada Natalia, aquí estamos, entre Wuppertal y Madrid. Me gustaría conversar contigo sobre estas imágenes, sobre lo que te ha conducido hacia la fotografía, sobre tu forma de ver el mundo ¿Qué es la primera foto que recuerdas? ¿Cuándo has comenzado a sacar fotos?

Respecto a estos comienzos, lo cierto es que no recuerdo una «primera foto» quizá sí un conjunto de fotos, las propias del «álbum de familia». Aquellas fotos en color Kodak de las cámaras de la década de los 70. Me gustaba mirar las tiras de negativos que venían en los sobrecitos que daban en la tienda cuando las llevaban a revelar. Eran fotos de las vacaciones o de los viajes de mis padres. En los años 70, en España, ir al aeropuerto de Barajas a tomar un avión era un lujo, la televisión no era algo omnipresente, en los quioscos no había superabundancia de revistas con fotos, tampoco había National Geographic en cada esquina, y la publicidad era, desde luego, bastante más escasa y rudimentaria que hoy en día. Quizá por eso, aunque no me prodigo a la hora tomar fotografías de «personas», me gustan los álbumes de familia. Me encantaría indagar en ese «género» y repensarlo a fondo en un futuro.

Ahora, ¿te dedicas a la fotografía de forma profesional? ¿Cómo se produjo esto?

Soy una fotógrafa tardía y nunca me calificaría de «profesional». En realidad no me gusta esa palabra para casi ninguna actividad que se relacione con la creación (y quizá con muchas otras cosas).

Cuéntame algo más sobre la significación de la fotografía para tí: ¿Qué relación tienes con la cámara que usas, por ejemplo? ¿Cómo encuentras el buen encuadre, el momento perfecto para accionar el disparador?

Se mira de muy distintos modos, hacia fuera, hacia dentro, y uno de ellos es a través del objetivo de una cámara. En mi caso, este modo de mirar no es excluyente con otros. Amo escribir también y estudié un par de años de Bellas Artes. Los aspectos técnicos en mi relación con la foto son secundarios. No son el medio para ningún fin. No me interesa la fotografía perfecta, ni la foto publicitaria, ni el fotoreportaje, ni la fotografía que requiere de grandes implementaciones y exigencias técnicas para expresar algo. Me alejo de eso que se ha dado en llamar «realismo» o «fotografía documental». Trabajé muchos años en el departamento de cine de la televisión CANAL PLUS España y, además de ver las películas —muchísimas películas— en pantalla grande, tuve que verlas en «slow motion», plano a plano, montones de veces en las cabinas de visionado de la televisión. Tantas, que acabé depurando la mirada hasta quedarme con planos aislados. Planos sueltos que para mí eran plenos de significado. Entonces, en un momento dado, comencé a tomar fotos de un modo más sistemático. De tantas secuencias de largometrajes vistos en slow motion, fast forward, plano hacia adelante y plano hacia detrás para montar reportajes, me acabó por molestar «la paja», la arborescencia, la excrecencia que rodea una imagen, y quizá por eso tendía siempre a aislar colores, encuadres, motivos abstractos... Siempre me ha gustado la pintura y tal vez también de ahí mi amor por el color. Me fascina el color. Me comería los colores.

¿Y cómo fue el proceso de creación de las fotos de la exposición "Microtectónica de la guerra"?

Respecto a la serie Microtectónica de la Guerra, cuando los jóvenes del CERFA organizaron el acto Wissenschaft und Krieg en el Instituto Cervantes de Berlín hace un par de años y me propusieron que colgara una serie de fotos en torno a ese tema, me puse a darle vueltas. Tuve unos cuantos meses para tomar fotos, pero no todas las que elegí las tomé durante esos meses, también seleccioné algunas que había tomado en otros momentos. Hay un fotógrafo-filosofo-teórico-crítico-creador que me interesa extraordinariamente, Joan Fontcuberta, que considera que en este mundo nuestro, donde TODO es imagen, donde la tecnología ha democratizado la fotografía hasta un punto inimaginable y millones de personas son autores, el superávit de imágenes es tan ingente, que ya no tiene sentido hablar de autor a la antigua y decimonónica usanza. El fotógrafo ahora es un «prescriptor». Prescribe el sentido de las imágenes. Usa las imágenes o las fotos para dotarlas de sentido y generar un discurso. Eso mismo pensé en hacer yo con la serie que me propusieron y por eso también usé fotos que había tomado en distintos momentos.

Entiendo mejor el título "Microtectónica" cuando me dices que viene de un proyecto vinculado con las ciencias naturales. ¿Cómo lo explicarías a los estudiantes?

La guerra esta presente en los detalles pequeños, en signos que se nos pasan desapercibidos y sin embargo son omnipresentes. Grietas, óxidos, abandonos, cristales rotos, telarañas, ruinas, flores secas, muros resquebrajados, hierros retorcidos son cosas que hablan de los primeros síntomas de la destrucción y de sus últimas consecuencias. Yo suelo fijarme en ese tipo de cosas y quizá por eso se me vino a la mente la palabra tectónica: «parte de la geología que estudia los plegamientos, deformaciones y fallas de la corteza terrestre y las fuerzas internas que los originan», o sea, las causas profundas de un movimiento tan telúrico como la guerra. Claro que la tectónica con mayúsculas era quizá demasiado grande para mí y por eso preferí usar el prefijo «micro». Los títulos por tanto tienen relación con la ciencia de la geología y cada uno de ellos describe un fenómeno o momento de la geología, de la microtectónica como analogías o metáforas de la guerra.

¿Cómo esta visión se relaciona con la tradición de fotografía de guerra? ¿Encuentras puntos comunes con el arte de Robert Capa y Gerda Taro, por ejemplo, o de la agencia MAGNUM?

Un día me topé con una cámara Leica del año 1948 en un chamarilero berlinés —yo ya tenía una de esas Leicas digitales de las baratas— y decidí comprarla. ¡Cómo no! ¡Tenía las cortinillas rotas y tuve que gastarme otro buen dinero en arreglarla! La llevé a una de las dos personas que arreglan cámaras Leicas antiguas en Berlín. Ese individuo me enseñó cómo cortar los carretes que se colocaban de un modo un poco distinto a los de las cámaras actuales y cómo funcionaba. Le tomé cariño, mucho cariño. Efectivamente, creo que es la primera cámara portátil de verdad eficaz, fácil de usar, robusta. La puedes llevar en el bolsillo. Es dura como un tanque. Una cámara de fotógrafo de guerra. Una joya de la industria óptica de Jena. A mí me resulta casi más fácil de usar que la Leica M7 (el modelo analógico que salió al mercado en 2002) que también tengo. «La viejita» como la llamo, tiene una óptica antigua que da un negativo muy alejado de nuestro gusto actual por la súpernitidez, la súperprecisión, la súper escala de grises. La cámara de 1948 a mi modo de ver da nostalgia, un vago halo de borrosidad que me cautiva. (Piensen en Gerhard Richter). ¡Qué extraño amor por lo que en verdad era una cámara de fotoperiodista! Pero bueno, también tengo buena relación con mi Leica M9 digital. Con ella persigo el color.

Gracias por estas respuestas, y hasta pronto, para el estreno de la exposición.

 

Fotos: Petra Schonebeck

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